Estoy a dieta de lectura...
en un arduo régimen de ascetismo intelectual.
Hasta adelgazar la masa encefálica
y ejercitar hasta el cansancio el músculo de la razón.
La falta de inducción me obliga,
y el antojo me castiga.
No hay poesía acaramelada
ni metáforas cubiertas de chocolate.
Sabines no me tientes
con tus cubiertas de natilla francesa
mientras paso de puntitas
por los turrones de Rulfo.
Por ahora solo consumo ensaladas
de teoría económica
y bebo modelos de desarrollo.
Desgraciada de mi,
soy una economista con alma de pastelera.